Síntesis
La presentación del tema se hace desde la perspectiva de la
Psicología Institucional, señalando las particularidades de las instituciones
educativas ligadas al arte, en el cruce específico del arte, la educación y la
política.
La metáfora de la Tolva es el referente conceptual
interdisciplinario en el que se basa esta exposición.
Los referentes prácticos –comparativos, por similitud y
contraste, son:
a) una
consulta institucional en una institución de educación artística, desde el rol
de consultora institucional externa;
b) una carrera universitaria ligada al
arte analizado desde el rol de conducción a cargo de una psicóloga
institucional.
La materia prima inicial de ambos referentes empíricos es el
arte, entendido a la manera de elemento ilusorio de conjunción o cohesión
interna.
Palabras
claves de la exposición: arte, educación, poder, ciencia,
fantasía-realidad, instituido-instituyente, mitos, memoria.
Los desafíos institucionales
para el institucionalista son en este caso de dos órdenes diferentes:
a) los generales, comunes a cualquier ámbito sectorial de
consulta, que conllevan un alto nivel de involucración por la índole intrínseca
del abordaje institucional. Ellos se dirimen en el seno de lo que denomino el
“Obrador” del equipo, lugar en el que se establecen las estrategias operativas
con sus tiempos de implementación, a partir de la consideración y análisis
institucional de los efectos transferenciales-contratransferenciales y las implicaciones
de los propios consultores en relación con la consulta, los motivos que la
desencadenan, el tipo de organización consultante, así como la organización
consultora. Esta breve enunciación no será aquí desarrollada por no ser el
objetivo de la presente exposición;1
b) los específicos de las instituciones educativas ligadas al
arte –que son motivo de esta presentación–, a partir de los que se evidencia el
paradojal efecto de develamiento y ocultamiento inherente al Arte. Entiendo que
este efecto involucra al propio institucionalista bien sea su lugar:
-el del consultor externo, o
-el de conducción.
Estos dos lugares y funciones son considerados, en mi
presentación, como las dos vertientes empíricas referenciales a las que haré
alusión a lo largo de este trabajo.
Debo agregar a esta diferencia de lugar del institucionalista las dos
organizaciones a las que refiero, que a su vez tienen similitudes
y diferencias que someramente describiré.
Las
diferencias de ambas radican en el nivel de formación que brindan y en
los organismos de dependencia en los que se incluyen.
El diferente posicionamiento que como institucionalista tengo
–en un caso como consultora externa, en el otro como coordinadora general de la
carrera inserta en una facultad de una universidad pública–, también requiere
ser marcado para clarificar la exposición.
Una de estas organizaciones –donde realicé una intervención
institucional con un equipo privado– es un establecimiento de enseñanza
artística, dependiente de un organismo público, de nivel terciario. La otra es
una carrera menor, dependiente de una Facultad de una Universidad pública donde
ejerzo funciones de conducción.
La similitud entre ambas es el contenido o materia prima con
la que se constituyen estas organizaciones: el Arte. Si bien ambas están
referidas a distintas expresiones artísticas (el teatro y la música) y en un
caso está dirigido a la actuación artística mientras en otro al uso
instrumental del arte como medio preventivo y terapéutico, en esta ocasión
priorizo el arte como nudo básico de comparación por los puntos en común que
advierto como institucionalista.
La consulta institucional
Relataré sintéticamente el conflicto institucional y el objetivo de
la intervención institucional de una escuela de educación artística,
reproduciendo algunos párrafos de una presentación que realizamos en coautoría
en un anterior Simposio Organizacional del Cono Sur en este mismo ámbito.2
“El pedido de intervención proviene de una escuela de arte
dramático, dependiente de un ente público, y el motivo de consulta gira
alrededor de la dificultad de los directivos para asumir el rol coordinador y
ejecutivo que corresponde a su cargo, como así también los obstáculos que
encuentran para dar a la escuela una organización formal.
La Dirección de la escuela está compuesta por un Director
interino y una Vicedirectora, ambos tienen cátedras a cargo. Los docentes se
dividen según sus distintas especialidades artísticas. La escuela cuenta además
con personal de maestranza y personal administrativo. El Director, no
relacionado directamente con la función artística, fue elegido por el 93% de
los miembros de la institución en una Asamblea realizada un año antes de la
consulta. El propósito de esta votación fue evitar que, habiendo sido removido
el anterior director por cambios de la macropolítica, el cargo fuera ocupado
por un interventor. Se elige así a un profesor de la casa cuya posición
político-partidaria se sabía moderada. La Vicedirectora, muy cercana al
director saliente, no acepta, sin embargo, renunciar por solidaridad con él y
continúa en la gestión. Esta actitud le valió ser acusada de traición por el
anterior director y sus seguidores. El actual director también duda de su
fidelidad.
La cohesión del nuevo equipo de conducción es inestable, se
sostiene en acuerdos mínimos en cuanto a lo pedagógico y en un juego de
seducción que, más que favorecer, perturba el vínculo laboral de cooperación.
Durante los seis años que duró su gestión el antiguo director, a la vez que
artista, transformó a la escuela en su hogar. Permanecía allí gran parte de su
tiempo, creando, coordinando, gestionando recursos económicos, disponiendo de
la vida de los miembros de la organización. En el momento de la consulta
permanece en la escuela a cargo de una cátedra y el actual equipo directivo lo
acusa de querer constituirse en un poder paralelo. Otro foco de poder informal
es el que constituyen ‘las chicas del director’, leales a la gestión anterior, y
lideradas por una administrativa delegada gremial. Este personaje resiste todas
las decisiones del nuevo staff directivo, desconoce su autoridad planteando sus
reclamos directamente a la instancia jerárquica superior de los directivos.
Ella representa a las bases y es señalada por el director actual como una
figura materna en la escuela.
La nueva conducción pretende instalar un orden superador del
anterior que fomentaba la primarización de los vínculos. Un orden basado en
otro saber que no proviene ya de la formación artística sino de la formación
epistemológica y pedagógica que los actuales directivos pueden aportar.
Inversamente a lo habitual en otros establecimientos educativos
aquí la intervención se centró en la tarea de institucionalizar.
El objetivo de la intervención fue el de ayudar a los directivos
a instaurar una organización para que la creatividad tuviera lugar sin
convertirse en improvisación, en disproducto. Las interpretaciones
institucionales pretendieron favorecer el pasaje de un plano imaginario
obstaculizador a uno simbólico, creando valores instituyentes como el de la
planificación pedagógica. Nuestras intervenciones estuvieron dirigidas a
quebrar la ilusión del gran montaje, del gran argumento. También a descubrir
que la improvisación, como técnica válida en el aprendizaje de la actuación, se
convertía –al llevarla al escenario ampliado de la escuela– en una técnica del
‘poder oculto’ que se oponía al cambio de cultura organizacional.
El argumento de esta consulta era dramático por el estilo, no
tan sólo porque todo conflicto o sufrimiento institucional puede tener algo del
drama o de la comedia dramática. Se actuaba también con la doble marca de
fuerzas contendientes presentes en el contenido de su quehacer.
Dice Freud3 que ‘...el drama de caracteres
incluye las características agonistas debiendo tener... más de un protagonista
y desenvolverse preferentemente entre personalidades notables... contra
instituciones encarnadas en personajes fuertes y poderosos’.
Estaban así encerrados en su misma materia, actuando el
conflicto, además de estar en situación conflictiva y desplegándolo con
ejercicios agónicos en su vida organizacional.
Por este motivo tantas veces les fue interpretado este estar en
el escenario, distorsionando el ejercicio de los roles supuestamente racionales
de sus puestos de trabajo. Aquellos quedaban referidos a personajes como Yago
(el que hace actuar a Otelo ‘envenenando’ su oído y su corazón); a mujeres
solas, sin hombres, peligrosas y seductoras (como las de ‘La casa de Bernarda
Alba’); a Cyrano, como representante del poder amoroso oculto, ejercido por
‘detrás’ de otro; a los animales del Zodíaco referidos a la ambición por el
poder; a la Telesita como signo de locura que se mata con fuego. También las
alusiones reiteradas al zodíaco, a la magia de las palabras y la frecuente
inclusión de lengua indígena para designar situaciones. Todo esto rodea a la
consulta de un aire poético que oculta y devela a la vez.
En el eje arte podrían marcarse la puesta de límites versus
la puesta en escena. La puesta de límites refiere a la intimidad, al válido
reconocimiento de diferentes funciones y jerarquías, hasta dónde y cómo ejercer
la autoridad, cuál es el lugar pertinente para actuar, etc. Remarcar el primer
término (la puesta de límites) llevaba a limitar la puesta en escena en todo
tiempo y lugar.
El anterior director es sentido por los actuales directivos como
artista virtuoso o habilidoso para hacer o producir algo (lo que define a un
artista) y por extensión lo caracterizan como ‘capaz’ de hacer algo ejerciendo
su puesto de director.
Eso está en relación con la dificultad de los directivos
actuales de asumirse como tales no sintiendo válido su desempeño por no ser
artistas.
Sin embargo, su posibilidad de ejercer la función directiva se
respaldaba adecuadamente, desde un plano objetivo en sus niveles y específicas
profesiones ligadas al campo de la cultura.
El cruce de sus historias personales se imponía, en tanto
imaginarios, como obstáculos que atentaban, desde este nivel, en el ejercicio
de sus roles de conducción.
Si el arte es una cierta ‘revelación’ del mundo, esto tiene
correspondencia con ciertos argumentos míticos por los cuales alguien puede
sentirse o no capaz de asumir un puesto, de responder o no a las expectativas
de los integrantes de la organización. Así repetía el directivo durante la
consulta: ‘¿qué quieren de mí?’, aludiendo al alto porcentaje de personal que
lo había votado en asamblea democrática. En su intención de institucionalizar
desechando un ejercicio paternalista del poder, como líder fascinante,
perfilaba un estilo de conducción diferente. Perfil que osciló a lo largo de la
consulta desde el modelo laissez-faire a la asunción firme de autoridad. Así en
relación a ambos modelos expresaba su deseo de ser un conductor que no realiza
control de gestión y espera obtener el rendimiento esperado.
Hemos hablado de la ‘puesta en escena’ fuera de los momentos
pertinentes, queremos volver a este punto para remarcar que toda la institución
se convertía en un escenario donde se desplegaban alternativamente el drama
social, el drama de caracteres y el drama de amor.
El
drama de amor es, en esta institución, el de la traición a la fidelidad
o lealtad entre los directivos, entre los docentes y entre unos y otros.
El
drama social está más ligado a la rebelión –fantaseada con ciertos
componentes de realidad– contra las autoridades superiores para elegir al
director, quizás prolongándose fantasmática o imaginariamente en la matanza del
anterior, así como en la existencia de un poder paralelo, oculto, en manos de
ciertos sectores de la organización.
El
drama de caracteres se ejecuta en la batalla-enfrentamiento del cuerpo a
cuerpo de cada uno con cada otro: directivos entre sí, un docente contra otro,
alumnos demandando al director, administrativas contra la vice directora, etc.
Muchas veces representado por nombres famosos del mundo artístico, que parecen
ser portadores de ciertas ideologías políticas con sus correspondientes
criterios educativos. También expresados por el falso dilema entre lo creativo
y lo educacional.
El arte teatral imponía sus reglas, desde los opositores a
reorganizar racionalmente la escuela, tiñendo a ella del drama, transformándola
así en escenario ampliado, con evidente pérdida de límites. Podríamos decir
parafraseando un sentido figurado conocido: ‘el teatro de la escuela’, en lugar
del mundo.
Esto mismo ponía a la vista un argumento fantasmático o relato
imaginario, perturbador, al que denominamos mágico-dramático que –escapando a
posibilidades sublimatorias– alteraba el desarrollo organizacional. El cuerpo
directivo intentaba recuperarlo a través de la consulta.
Una de las expresiones conflictivas de tipo confusional era esa
tensión planteada insistentemente entre la tradición y la traición, tensión
apoyada desde la explicación racional en la raíz común entre ambos términos. La
tradición correspondía en este caso a una cierta cultura organizacional
paternalista, tipo vínculo líder y masa. La traición se asentaba en la rebelión
seguida de una modificación de esa cultura organizacional.
El argumento dramático del eje político estaba ligado al poder
regresivo paterno-filial enfrentado al poder racional de la autoridad, que
desembocaba en el sufrimiento de los directivos bajo la forma de impotencia en
la conducción.
El argumento del eje arte era
predominantemente el que Freud denomina drama de amor muy jugado en el staff
directivo. Si bien el drama social y el de caracteres, combinados con el
anterior, también se desplegaban en la escuela-teatro, donde cada integrante
era un personaje-actor, sufriendo los riesgos que el protagonismo dramático
tiene.
Permanentemente se jugaban en la
consulta dos planos: el de la realidad y el de la ficción, el sentir legítimo y
el ‘como sí’ de la puesta en escena.
Durante la consulta institucional se
evidenciaba un ambivalente deseo de sujetar, manejar lo inefable, lo creador,
la locura, pero rechazando por momentos, toda forma organizadora y organizada,
por lo cual circularmente iban cayendo en lo temido-admirado. También se
planteaba cómo reemplazaban el ejercicio del rol por el juego interpretativo,
confundiendo objetividad y subjetividad, realidad y fantasía.
Dado que el arte de ejercer la función
de institucionalizar, como sinónimo de imbricación, consiste en ‘hacer
que algo sea’, correspondiéndole ese arte a los directivos, los consultores
intentamos:
-Señalarles qué, cómo y por qué tenían dificultades organizativas.
-Ayudarlos, vía interpretación, a pasar de un
plano imaginario obstaculizador a uno simbólico, creando valores
instituyentes como la planificación pedagógica. Abandonar el anhelo de ser
directores teatrales para valorar ser directivos docentes.
-Pasar de la ficción al sufrimiento real
en sus roles directivos superando los temores de ser protagonistas de la
conducción.
-Recuperar o instalar el arte de estadista
en manos del director.
-Propiciar la reorganización y revalorización
personal, ambos elementos productores de bienestar organizacional.
Objetivos que se lograron parcialmente tras la revisión de los imaginarios
colectivos, posibles de anudar como sostén armonioso y adecuado.
Para resolver el sufrimiento
institucional que se expresaba en el deseo de abandonar la escuela, se les
hacía necesario una y otra vez, conectarse con la realidad de sus salarios, del
aprendizaje, de la currícula, de la planificación y la planilla de asistencia.
Llamaba la atención que en esta
escuela de teatro lo que había que instituir era lo que en el sistema
educativo, en general, hay que modificar: la rigidez de los instituidos, que a
veces sofocan la creatividad de docentes, alumnos y directivos.
Acá era necesario instaurar una organización para que la
creatividad tuviera lugar en el espacio y tiempo pertinente, para que no se
convirtiera en improvisación permanente fuera del lugar adecuado y/o a
destiempo.
El trabajo institucional con el nivel directivo permitió en el
escaso tiempo de la intervención (17 reuniones) encaminar la escuela hacia una
organización más formal.
Nuestras intervenciones estaban dirigidas a quebrar la ilusión
del gran montaje, del gran argumento. También a descubrir que la improvisación
dejaba de ser una técnica válida para el aprendizaje de la actuación, para
convertirla, al llevarla al escenario ampliado de la escuela, en una técnica
del ‘poder oculto’ que se oponía al cambio de cultura organizacional.”
En busca de la clave "Pensar con otros"
Estas ideas que hoy transmito nacieron de lo que puede
denominarse un diario de ruta o de investigación4 hasta arribar a esta presentación formal
acerca de una gestión o conducción de carrera en manos de una psicóloga
institucional. Y son el fruto sintetizador de dos años de gestión y reflexiones
a las que arribo ahora, en gran medida, gracias a los que son importantes
interlocutores concretos y/o virtuales cuando preciso aclarar mis ideas y mis
actos de conducción.
A partir del día que veo y escucho el video sobre el Taller de
Creatividad,5 que
organizamos hace un año bajo la conducción operativa de un área de la Facultad
(el Servicio de Orientación al Estudiante), se despierta en mí la necesidad de
escribir sobre la experiencia institucional de coordinar una Carrera de
Musicoterapia. Y recupero una pregunta que me hacía desde 1994 acerca del lugar
elegido por mí, en aquel momento, para ser docente en ese ámbito. Mi pregunta
apuntaba a buscar la clave de mi interés científico por esta área
disciplinaria. Clave que más adelante relataré.
La carrera de Musicoterapia
en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Esta Carrera es nueva en el ámbito público pero cuenta con
treinta años de existencia en el ámbito privado. Estando recientemente institucionalizada
en la UBA no puede desconocerse la historia de este tipo de formación en los
ámbitos nacionales y mundiales que la preceden en su institucionalización
dentro de una universidad nacional, pública y gratuita.
La memoria institucional –esencial eje desde la perspectiva
institucionalista que sostengo– es centralmente considerada para prevenir y
para resolver conflictos institucionales, de allí que puntualizo la necesidad
ineludible de no desconocer el desarrollo histórico. Por tener otros objetivos
esta presentación, no me detengo en datos históricos de la formación académica
de la Musicoterapia, si bien constituyen el contexto ineludible de comprensión
institucional de esta Carrera.
Retomo el tema del taller de creatividad que arriba mencioné para
adentrarme en una pregunta que está vigente hoy día en el seno de esta
comunidad educativa.
Es preciso leer el contexto en el que se instaló el Taller, los
alumnos que participaron de 2º y 3º año, la historia que relataron y sus
pertenencias institucionales, para entender como central la preocupación sobre
la identidad
profesional que allí tienen oportunidad de perfilar, revisar,
indagándose a sí mismos junto a otros. Y la Carrera en su conjunto también se
ve motivada a encontrar en esta etapa inicial con mucha fuerza, después de las
preguntas, las respuestas sobre el perfil del egresado.
El desafío, en ese nivel, consiste en crear un perfil
diferente sin desconocer la historia de la Musicoterapia en cuanto
formación y práctica existente hasta la actualidad, pero considerando lo nuevo
de ser una carrera inserta en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Buenos Aires.
El perfil propio no debería ser una repetición de los
establecidos; si consideramos la marca institucional que incide en los perfiles
vocacionales-profesionales, sabemos que este perfil será propio, es decir,
concordante con la Facultad y la Universidad que cobijan a la Carrera, aunque
quede por saber aún a qué identidades musicoterapeúticas se asemejará o si
surgirá una nueva o reformada identidad profesional.
El gran desafío de esta
función de coordinación consiste en integrar lo que recibimos disociado en la
expresión de dos áreas académicas organizativas: la artística y la científica.
En marzo de 1994 la creación de la Carrera en la Facultad de
Psicología6 se materializa en su
puesta en marcha. Desde mi punto de vista, sus fundadores la condujeron según
una estructura y dinámica que gestaron desde dos órdenes de determinación:
-ideales coherentes con el contexto de la Facultad en la
que se funda, a la vez que por ineludible efecto de las historias
institucionales que nos marcan;
-imaginarios heredados institucionalmente por el recorrido
de la Musicoterapia, mínimamente, en la Argentina.
En 1995 es aprobada una nueva estructura que se caracteriza
por ser interdisciplinaria
(en lo que atañe a la coordinación general –a cargo de un psicólogo– y la
académica –de un musicoterapeuta–) y colegiada (así se constituye la Comisión
Asesora cuyos representantes son –desde sus especialidades– afines a la
Carrera, siendo algunos de ellos miembros de los distintos claustros y otros
externos a la Universidad).7
La conformación de la Comisión Asesora también permite mantener,
idealmente, en tensión operativa dos términos: la música y la psicología para alcanzar una
síntesis: la musicoterapia.
La estructura funcional que determina una Coordinación
General y una Coordinación Académica promueve una conducción mixta con
funciones y responsabilidades diferentes (un psicólogo/a y un/a
musicoterapeuta) lo que implica oírse, intercambiar y producir en forma
conjunta desde dos campos disciplinarios en pos de un mismo objetivo.
De esta conjunción organizacional se perfila –metafóricamente
hablando– el instrumento a afinar para producir, en las mejores condiciones
expresivo-científicas, al egresado musicoterapeuta de esta universidad. El o
los instrumentos son la propia carrera. Ella se constituye, en la puesta
operativa del accionar académico, en un conjunto instrumental donde el
concierto final aúne las diversas voces, estilos, tonos con un único objetivo:
la excelencia académica para esta formación profesional universitaria en una
universidad pública.
En 1996 ponemos a punto la estructura global de la Carrera
con la constitución e implementación de las Pasantías, el Taller y el Seminario
final,8 además de la
reglamentación de la tesina.9
Otro importante acontecimiento para la Carrera fue estar
presente por primera vez en el Congreso Internacional de Musicoterapia de
Hamburgo en julio de 1996. Aunque aún no se le ofrezcan a esta Carrera los
lugares nacionales e internacionales que merece por su valor institucional, no
me cabe duda que los obtendrá por propio mérito.
La Psicología Institucional
al servicio de la función de coordinación de una carrera donde el arte y la
ciencia se aúnan.
La función que cumplo en esta carrera me brinda la posibilidad
como institucionalista de estar en un laboratorio vivo de
interdisciplinariedad, de conjunción de diversos discursos disciplinarios, de
ejecución de prácticas diferentes y de particulares intercambios que circulan
por vías de lo estético-musical, lo preventivo-terapéutico y la docencia, la
investigación y la extensión. A su vez aporto a ella mis conocimientos
institucionalistas transfiriéndolos desde el desempeño de mi gestión, que –como
en el caso de la consulta antes relatada– aúna la comprensión teórico-práctica.
Para la comprensión y conducción de esta organización me es de
utilidad aplicar las metáforas de la Tolva (que incorpora conocimientos de
otras disciplinas a la Psicología Institucional, para decirlo brevemente) y la
del Obrador10 (que desde la función de coordinación debemos
construir para la convivencia laboral, para conjugar lo académico y lo
organizacional, lo establecido y lo creativo).
A su vez, una mirada institucional acerca de esta carrera nueva
en la UBA me permite, como en un laboratorio natural, vislumbrar los tiempos
venideros donde los paradigmas estéticos nos den una visión más amplia de las
complejas realidades institucionales.
El actual cuerpo docente de esta Carrera está conformado por
músicos, musicoterapeutas (Mtpas), fonoaudiólogos, psicólogos y médicos. Es un
conjunto atravesado por pares de territorios dispares: la ciencia y el arte, la
formación y la profesión, la curación y la prevención, la clínica y lo
educacional, lo individual y lo colectivo. Exige de todos renuncias
narcisistas en pro de lo diverso, lo interdisciplinario, lo diferente
(Psicoanálisis).
Los grupos profesionales que se cruzan (Sociología) con sus
diversos y contrapuestos intereses jerárquicos y técnicos (Psicología
Política y Psicología del Trabajo): los músicos, los terapistas corporales, los
Mtpas, los fonoaudiólogos, los médicos, los psicólogos.
Mixturas profesionales donde se debate por los pequeños
narcisismos (Psicoanálisis), tras disfraces racionales a veces, y otras
sin ellos.
A su vez el alumnado en general proviene del arte musical,
habiéndose formado en institutos musicales, con tendencia a preferir la
expresión musical sobre la verbal, en algunos casos, y a tener sus propias
bandas musicales, en otros.
La ubicación y el entorno físico de la Carrera se sitúa en
Avellaneda; las características edilicias de la sede Sur: un lugar abierto,
luminoso, con una escala humana que se ve sorpresivamente rodeada de sonidos
naturales, los del transporte y los de la música que producen los
cursantes de Musicoterapia (Ecología).
Se cruzan en la cotidianeidad alumnos del CBC de distintas
carreras de la UBA, con los de grado de Psicología y de Mtpa. Se producen
intercambios afectivos, musicales, económicos, académicos en las interacciones
sociales de todos los días (Sociología).
Costumbres, ritos cotidianos, códigos diversos se entrecruzan en
la vida cotidiana estudiantil, docente y no docente en este ámbito físico.
Confluencias de subculturas en un mismo espacio y tiempo institucional con la
puesta en acto de los mitos que sustentan las prácticas docentes, estudiantiles
y administrativas (Antropología).
Los cruces institucionales que se dan tienen que ver con:
-la Facultad
de Psicología y la Carrera: entrelazando una convivencia a partir de
discursos, prácticas e intercambios diferentes en distintos niveles de
análisis;
-las carreras
afines insertas en universidades privadas;
-las
organizaciones gremiales de los musicoterapeutas;
-las
disciplinas con sus propias historias político-sociales, tales como las
médicas, las musicales y las psicológicas.
Conducir
esta Carrera ¿qué requiere en esta etapa?
Requiere: organización, supervisión, facilitar la
creatividad y favorecer marcos de bienestar (“dulce” equilibrio entre lo
instituido y lo instituyente).
Favorecer la instalación de una cultura organizacional madura,
con las características de secundarización necesarias para el crecimiento y el
desarrollo siempre relacionado con el respeto por las normas legales;
desterrando la cultura psicofamiliar que propicia regresiones estériles e
impide la democratización y la socialización.
Exige pensar y actuar sobre el cruce de los múltiples
atravesamientos institucionales (políticos, académicos, administrativos,
gremiales, profesionales, libidinales, interprofesionales, económicos, etc.)
considerando que la Musicoterapia es una formación disciplinaria que, desde lo
instrumental-operativo, requiere de una capacidad básicamente de tipo artística
que incluye un conocimiento del ser humano en su integración biopsicosocial y
del ejercicio práctico-profesional específico.
Es esencial reconocer esta profesión como no meramente técnica (no son
musicoterapistas) por más que ejerzan su trabajo cumpliendo un rol acotado en
el equipo interdisciplinario. En esta Universidad no son “para” –por ejemplo,
“paramédicos”–, lo cual propicia un sentido de tener propietarios y no ser de
“sí mismos”, sino que se pretende que reconociéndose y reconociéndolos en su
especificidad puedan “ser con otros” profesionales para sí mismos y para sus
pacientes.
En esa línea del reconocimiento se presenta el desafío creativo
de favorecer el proyecto institucional de crear un perfil que esté teñido del
componente psicológico que esta profesión posee y a veces ha sido
descuidado por equívocas hegemonías. Bien lo justifica el ensamble de esta Carrera
con la Facultad de Psicología.
Desde mi función, debo llevar a cabo también tareas de
supervisión de las funciones administrativas sin descuidar la
especificidad académica con relación a la singular materia prima: la
Musicoterapia. Y esto implica diversificación en las funciones y los roles
desde mi puesto de trabajo.
Encuentro la clave
Cuando inicio el dictado de la materia “Sociedad, instituciones
y grupos” (módulo I) en 1994, encuentro en el libro Las Musas. El origen divino del
canto y del mito de W. Otto una clave de unión entre la Carrera y mi
interés particular en investigar sobre la memoria colectiva.
Alcanzo a vislumbrar, a través de un mito griego, la ligazón
entre la memoria institucional y las artes, entre mi tema de investigación y
las necesidades institucionales. Memoria y arte: enlace siempre
presente en esta carrera.
En ese texto, el autor relata que Mnemosyne (la memoria
en la mitología griega) es la madre de las musas.
Las musas son la personificación del don poético, amigas de la
sabiduría y la concordia. Y los pueblos relatan sus historias a través de la
música, es decir que recordando su pasado en el presente construyen su futuro.
Esta clave hallada me responde acabadamente para conducir esta
carrera comprendiendo que es preciso que en su seno se tengan presentes siempre
las tres partes del aedo: la invención, la memoria y el canto.
Todo ello con el propósito de desarrollar y no de explotar o
usufructuar una carrera tan nueva, como lo es la Musicoterapia en la UBA.
Por eso propongo que considerando los tres tiempos, en
concordancia con las tres partes del aedo:
Cantemos
hoy a este presente auspicioso que tiene la Musicoterapia como formación en
esta Facultad de la UBA, recordemos la historia de institucionalización desde hace
treinta años en nuestro país, con aciertos y distorsiones comparándola con
nuestra actual realidad, e inventemos el futuro construyendo una identidad novedosa o
transformada.
Antes de concluir quiero transmitir lo que Georg Groddek11 plantea en cuanto a que “la clave es utilizada
como bisagra: quien quiera que sea que escriba o lea las notas cae en clave”.
También afirmaciones de este autor conducen a establecer una
ligazón desde lo lingüístico y lo mítico-antropológico entre Eros, Psychë y la
Música que me conducen a pensar que precisamente estando atentos a esa
conjunción podremos seguir descubriendo la clave y el sentido de esta Carrera
en la Facultad de Psicología y concomitantemente avanzaremos al encuentro de la
identidad12 de la Musicoterapia y de
los musicoterapeutas.
1. Alicia N. C. de Mezzano, “Memoria institucional e historia
oral”, en La
Tolva y el Obrador, Serie Catálogos Editora, 1996.
3. S. Freud, Personajes psicopáticos en el teatro, Madrid, Biblioteca
Nueva, 1948.
4. R. Lourau, Diario de investigación, Universidad de Guadalajara, 1989.
6. Resolución Nº 330 (Consejo Superior), 18/11/91.
7. Resolución Nº 466 (Consejo Superior), 1/9/95.
8. Resolución Nº 641 (C.D.), 14/11/95.
9. Resolución Nº 197 (C.D.), mayo 1997.
10. Alicia N. C. de Mezzano, La Tolva y el Obrador, Serie
Catálogos Editora, 1996.
12. El término identidad es usado aquí desde la perspectiva de la Filosofía, del Derecho y del
Psicoanálisis
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